Inspiración

El método de Alfred Wolfsohn nació de su desesperada búsqueda por aliviarse de los efectos persistentes de experiencias traumáticas de su pasado (sufridos durante la primera guerra mundial). En 2001, Sven Doehner, habiendo aprendido que mucho de lo que hace traumática una experiencia es la falta de un testigo empático a lo acontecido, dejó que su mirada Junguiana / Arquetipal reconociera cómo el “secreto” – el aspecto psicológico – de la Voz es que más allá de expresar algo… presenta, cuando es escuchado, oportunidades para ser uno mismo testigo de uno mismo, y ser afectado, movido… de alguna manera transformado.

 

A través de su tono, la voz expresa lo que sentimos acerca de lo que decimos. Por lo tanto, trabajar con la Voz implica trabajar con las emociones. El verdaderamente encontrar la forma sonora que toma lo que uno siente en un momento particular de expresarlo, puede ser una experiencia alquímica, a medida que el hecho de escucharlo incita que algo interno y profundo cambie de forma.

 

Como agente de movimiento y transformación, la Voz disuelve y cristaliza, potencializando el poder inherente al sonido en sí, de disolver nudos, abrir espacios y dar nueva forma a cosas sentidas, aunque tal vez cosas aún no imaginadas.

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